domingo, 15 de agosto de 2010

Masoquismo, de pies a cabeza.

Me gusta recordar cada momento vivido,
detalle a detalle.
El dibujar una sonrisa y, acto seguido,
borrarla con el agua más simple y dolorosa:
lágrimas que saben a ti.
-
Con el paso del tiempo,
ya no es dolor en su estado puro,
es dolor metamorfoseado;
ha pasado de lo más cruel que una persona puede sentir,
lo más nefasto, lo más indeseado,
a una extraña sensación de bienestar,
de placer.
-
Y, finalmente,
soy consciente de mi persistente masoquismo.

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